martes, 14 de octubre de 2008

Escritor: MANUEL PUIG

Para comprender la producción de un autor es importante conocer, al menos, algunos datos básicos de su biografía, porque ésta, de una forma u otra, va a influir en su obra. En el caso de Manuel Puig este hecho cobra importancia por la imbricación existente entre la trayectoria vital del escritor y muchas de las actitudes y personalidades que adoptan sus personajes. Nació en General Villegas, provincia de Buenos Aires, en 1932, y se trasladó a la capital argentina en 1949, con el propósito de estudiar arquitectura, pero su verdadera pasión, ya desde niño, era el cine. Algunos autores, entre ellos Vargas Llosa, han destacado que era un hombre de cine, o tal vez de imágenes visuales y fantasía, que se descubrió naufragando en la literatura casi por omisión.3 Desde niño era asiduo a las salas de proyección, a las que iba acompañado por su madre, y sus héroes cinematográficos rondaban constantemente por su vida, y posteriormente por su literatura. En 1956 consiguió una beca para estudiar dirección cinematográfica en el Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma. Su experiencia en este campo, además de sus estudios, fue la de trabajar en algunas coproducciones menores y la de escribir por aquella época varios guiones, entre ellos uno del que salió su primera novela: La traición de Rita Hayworth. Esta novela, finalista del premio Seix Barral en 1965, fue el inicio de una producción original y personal, que catapultó a Manuel Puig dentro del espectro literario de su época. Boquitas pintadas (1969), se convirtió en éxito de ventas tanto en Argentina como en otros países. Le siguieron, entre otras novelas, piezas teatrales y guiones, The Buenos Aires Affaire (1973), El beso de la mujer araña (1976), Pubis angelical (1979), Maldición eterna al que lea estas páginas (1980), Sangre de amor correspondido (1982) y Cae la noche tropical (1988).Su obra no ha dejado indiferente a la crítica, que se mueve entre la admiración de unos y el rechazo de otros. Mario Vargas Llosa ha sido uno de los más críticos. Aunque le reconoce cierta originalidad, ésta se debe no a los temas, el estilo o la estructura narrativa, sino a los materiales que utilizó para crearlos, los tipos y estereotipos de la cultura popular: romances baratos, radioteatros y teleteatros, el melodrama feroz de los boleros, los tangos y las rancheras, las columnas de chismes, los escándalos publicados por la prensa sensacionalista y, sobre todo, la seudo-realidad creada por las situaciones, los personajes y los sueños de las películas.4 En el mismo artículo, el escritor peruano se pregunta sobre la trascendencia que algunos críticos han querido ver en la obra de Puig, entre ellos Suzanne Jill Levine, porque según él, los grandes libros están hechos de palabras, de ideas, y no de imágenes, algo propio del cine, y Puig recrea imágenes cuidadosas pero no ideas, llegando a definir su obra como la más representativa de la llamada literatura liviana. Frente a esta posición está la del cubano Guillermo Cabrera Infante, defensor a ultranza del argentino y de su obra. Más allá de lo dicho por la crítica, hay que atender, a pesar de Vargas Llosa, a las ideas y concepciones que los personajes de Puig reflejan en sus palabras, y que son, en muchos casos, los conceptos del propio autor. Tomás Eloy Martínez, amigo de Manuel Puig, en su artículo La muerte no es un adiós, realiza una emotiva semblanza sobre su personalidad. En un momento en el que la homosexualidad estaba condenada, no sólo socialmente sino también penalmente, la valentía de escribir sobre ella es un hecho a tener en cuenta. Como lo hará Molina en el Beso, hablaba de él en femenino:“Soy una mujer que sufre mucho”, me dijo. “Si pudiera, cambiaría todo lo que voy a escribir en la vida por la felicidad de esperar a mi hombre en el zaguán de la casa, con los rulos hechos, bien maquillada y con la comida lista. Mi sueño es un amor puro, pero ya ves, estoy condenada a los amores impuros”.5Esta frustración le provocaba sufrimiento y un respeto infinito hacia la mujer. Cabrera Infante habla de la personalidad de su amigo y la concepción que sobre la homosexualidad tenía:“Manuel solía decir que nunca sería un esqueleto salido de su armario- frase favorita de los gays cuando hacen pública su homosexualidad-, porque estuvo allí mucho antes de que el armario se construyera. Nació hombre pero todo lo que quería era ser hembra. Para él la mujer no sólo era superior al hombre sino también depositaria de la belleza y del alma: un ser humano que no quería realismo, como la Blanche Dubois de Tennessee Williams, sino fantasía”.6En El beso, esta idea de la feminidad masculina será una de los temas que los protagonistas discutan, y analizado desde un prisma antropológico puede hacernos reflexionar sobre las construcciones culturales que aceptamos como habituales.El 22 de julio de 1990, Manuel Puig murió en Cuernavaca (México) de una dolencia extraña, un colapso que los médicos no supieron bien a qué atribuir, y que hizo disparar los rumores, nunca probados, del SIDA.“Manuel murió el domingo 22 al amanecer. Se fue apagando en silencio, sin molestar a nadie. No lo vieron marcharse las enfermeras ni el médico- el timbre junto a la cama estuvo mudo toda la noche y hasta la fiebre de los días últimos se le había evaporado. Acababa de cumplir 58 años”.